Mis pensamientos flotan como los
lirios en el estanque, hay una víbora muerta a la orilla. En ese instante el
crepúsculo imprime ciertos colores sobre el agua del estanque, el frío cala los
huesos y la vegetación concurre en un espectáculo donde el espejo cristalino se
convierte poco a poco en el reflejo de la luna y un par de estrellas que se van
asomando. Poco a poco los rayos del sol van difuminándose, haciéndose cada vez
más tenue en el abrazo entre el día y la noche…
Las miradas se vuelven hacia uno
mismo… nubes negras amenazan tormenta y el aire incita al estanque a elevar
pequeñas olas de conciencia, los lirios se aferran al agua, niegan a
desprenderse, pero en ese vaivén logran establecer su imperio.
De pronto llega la quietud y como
la noche… Un perro negro se sienta a mi lado y como buen compañero, observa el
mismo paisaje, en esa parsimonia logramos hacernos compañía… Es eso, el diálogo
con el estanque de dudas.
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