Y esque no es en torno al cambio de influjos salivales, ni siquiera el compartir de dos pieles en momentos extraños de seducción, tampoco ha de ser la inconstancia perdida por el paso de los años, ni siquiera la compañia por la simple compañia. Tampoco ha sido el elemento discordante en la presunción de asumir una sonrisa al lado mío. Ni si quiera el sentir por el sentir. No ha sido un lugar de paso donde el olvido con el tiempo conjugaran para hacer una simple anécdota del momento. Pues tampoco había sido la entrega de algo perdido, un miedo a la soledad. Ni la entrega de mis dedos a la absoluta caricia de un trémulo dulce cuerpo. Ni siquiera una ansia loca de escribir lo que por mi sucede; un golpe certero a la tristeza que se refleja en mis pequeños ojos.
Y es como el oleaje del mar que no se cansa, en las noches acelera su paso que gracias a la luna traga un poco más de arena, asi es el pensamiento cuando va asimilando esta pena de locos, pena de amar.
De esta lluvia que encharca la ciudad regar los arboles de los pútridos pensamientos, agua ácida que deshace lo que por la mente va. De la filosofía aguardar un segundo que es el momento para poder analizar la metafísica de un cuerpo compartido y de las piernas que no había cansado de besar. E incluso de la literatura inventar un cuento donde el final siempre se pueda aplazar, sí, donde todo sea feliz como nunca éste maldito mundo lo será.
Que son solo infamias el deseo de aspirar a ser algo cuando de por si ya nadie es algo, de suplicios no poder arancar la yerbabuena del jardín de las escaleras para vulgarizar el suicidio colectivo de la plaga de la humanidad.
Es sólo eso nada más, una pena que me da pena olvidar, una caricia que el viento no regresará, un distante y lejano retroceso mental, enamoramiento y nada más. A seguir disfrutando de los placeres de la vida, aunque eso mate la conciencia de amar.
Agradezco a ti amigo odiado mundo, porque por fin podré ser como los demás, por fin podré asumirme como humano y dejar la cursilería que solo hace daño.
Y es como el oleaje del mar que no se cansa, en las noches acelera su paso que gracias a la luna traga un poco más de arena, asi es el pensamiento cuando va asimilando esta pena de locos, pena de amar.
De esta lluvia que encharca la ciudad regar los arboles de los pútridos pensamientos, agua ácida que deshace lo que por la mente va. De la filosofía aguardar un segundo que es el momento para poder analizar la metafísica de un cuerpo compartido y de las piernas que no había cansado de besar. E incluso de la literatura inventar un cuento donde el final siempre se pueda aplazar, sí, donde todo sea feliz como nunca éste maldito mundo lo será.
Que son solo infamias el deseo de aspirar a ser algo cuando de por si ya nadie es algo, de suplicios no poder arancar la yerbabuena del jardín de las escaleras para vulgarizar el suicidio colectivo de la plaga de la humanidad.
Es sólo eso nada más, una pena que me da pena olvidar, una caricia que el viento no regresará, un distante y lejano retroceso mental, enamoramiento y nada más. A seguir disfrutando de los placeres de la vida, aunque eso mate la conciencia de amar.
Agradezco a ti amigo odiado mundo, porque por fin podré ser como los demás, por fin podré asumirme como humano y dejar la cursilería que solo hace daño.
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