Eso de escombrar los papeles es como escombrar en la memoria, es sumergirse en los recuerdos más profundos e ir encontrando cosas que a lo mejor no te acordabas que existían. Incluso hay algunas que quizá deberían estar ya en otro lado o no deberían de existir, por el hecho de que sean ya algo del pasado.
Encontré un corazón con el significado de mi nombre y el origen hebreo del mismo, así como una alusión a la forma en la que me veía esa persona que me lo regaló. Entonces recordé que sus palabras son ciertas y que de vez en cuando aunque quizá seamos diferentes siempre queda un pellizquito de lo que fuimos antes.
La personalidad que se fragua con el cúmulo de experiencias y no de años, va dejando muchas cosas al olvido. En el proceso de crecimiento se nos van olvidando ciertas características que nos hacen únicos, esas que se pierden con la llamada inocencia.
Llega el momento que bajo un impulso buscas tirar ese papel al cesto de basura, de repente hay algo que te provoca una sonrisa y decides dejarlo donde estaba -a pesar de que ya está amarillento y polvoso-. A veces uno carga con un pasado tormentoso, el cual es el más dañino del alma... lo que tendríamos que hacer es cargar con ese pasado alegre o los momentos que así lo fueron, como cuando alguien llegó a tu cumpleaños con una gelatina que en el centro traía el significado de tu nombre.
Es en los pequeños detalles donde quedan los recuerdos, es en esa acción humana quizá provocada por los efímero llegó ese detalle después de tantos años a tus manos. Aunque también hace poco leía por allí que con la fuerza que amamos las cosas a veces también hay que darnos cuenta cuando ya no dan para más, y con el mismo el valor y la fuerza hay que irnos de ellas.
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