PASOS...

Son senderos que nos llevan, que te invitan, que te incitan, son sugestiones hacia el provenir incierto, son justificaciones. Estos días la discusión en torno a todo ha versado sobre si los conceptos que utilizamos cotidianamente en las ciencias sociales son construcciones abstractas,(incluso metafísicas). Le he llamado invenciones de justicación entre el poder del humano hacia otro humano. La perspectiva incluso se puede manejar como maquiavélica.

Por ahora no quisiera ahondar en esas cuestiones que están ocupando más de la mitad de mis pensamientos. Lo restante polemiza sobre el arte de la vida, sobre la situación de los pasos que uno va dando hacia un lugar de encuentro con aquella magia que fábrica lo mejor de uno mismo. Allí va lo acumulado de la emoción permanente, la ruta hacia los objetivos, la fuerza que se pretende aplicar para llegar hacia la fuente de la confortabilidad, misma que se encuentra en la glorieta que restaura el presente de los infurtunios del pasado.

El andar va abriéndose entre el crepúsculo entre la marcha citadina que incita a la premura y al desgaste del paisaje, y como alteridad, es imprescindible emitir la mirada sociológica sobre la vida de las demás personas. En tanto, todo el ejército de ellas suele causarme un daño. ¿Y el sendero? Implícito en la prisa, al acecho de encontrar por lo que se lucha: una simple ilusión.

Por ende, todo se torna una fábula en la cual el conejo es el deseo y la tortuga la ilusión de encontrar lo que todos buscamos, no me detendré a examinar esto último porque la mayoría exploramos cosas disímiles.

Los pasos me hacen ir a prisa, me detengo en el crepúsculo y miro la fuente, el sol va recorriendo la cintura del cielo, la breve brisa que acaricia el rostro parece empujar la soledad al vacío, hay un refresco, un respiro. Y cuando te veo a lo lejos caminar hacia donde estoy: mi corazón suena como un cajón flamenco.


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